viernes, 2 de febrero de 2018

Aymeric Laporte: La trampa del francés reconvertido en vasco



Aymeric Laporte no es vasco, es francés. Nació en 1994 en Agen (Nueva Aquitania). Con 15 años jugó un torneo en Bilbao y el Athletic se interesó por él. Al no tener los 16, el Athletic lo fichó y jugó cedido en el Aviron Bayona, con sede en Bayona (ciudad que se considera dentro del enclave del País Vasco-francés).

Como el jugador apuntaba maneras y algunos muy listos vieron al futuro central de la selección francesa, los mandatarios del Athletic de Bilbao, en una ceguera capitalista selvática, decidieron ficharle y hacerle pasar por vasco, ya que según la filosofía bilbaína en el club rojiblanco sólo pueden jugar futbolistas nacidos o criados en Euskal Herria.

A diferencia de Bixente Lizarazu, primer vasco-francés (y no-español) en la historia del Athletic, fichado en la temporada 1996-1997, Laporte llegó a Bilbao en 2010 para jugar en los juveniles del equipo vizcaíno sin saber qué era "lo vasco" ni decir una palabra de euskera. Él hablaba francés y ni chapurreaba castellano. 

Lizarazu, por contra, era nieto de vascos, con apellido vascuence, nacido en San Juan de Luz: incluso jugando en el Girondins de Burdeos lucía en el brazalete de capitán la ikurriña; bandera que ondeaba ante el público en algún festejo. El nombre evidenciaba palmariamente su sentimiento como patriota vasco. Siempre dijo que el País Vasco era su nación.

Sin embargo, Laporte es una trampa, un engaño, una falsificación. Un francés con apellido francés, que no sabía nada de la nación vasca hasta que a los 15 años se fue a vivir a Bayona. Ninguna filosofía es perfecta, y menos aún, cuando hay tanto dinero futuro de por medio, pues Laporte, costó dos pesetas al equipo del Guggenheim pero audaces investigadores vieron a una estrella venidera.

En el año 2018, Pep Guardiola pide a Laporte para el Manchester City. El 29 de enero de ese año, el jeque del equipo celeste paga 65 millones de euros por el defensa central galo. El futuro internacional de Francia da un paso en su carrera y se va al líder de la Premier que saca 15 puntos al segundo, el rival civil más odiado, el United de Mourinho. 

El francés, que nunca fue vasco, se marcha y con su venta explica el porqué de la trampa: la cuestión dineraria. Los resultados definen la filosofía y nunca es al revés. El dinero engruesa la billetera de los jerarcas de Vizcaya, y ello, explica y justifica el fichaje de un francés que rompe diametralmente con una filosofía centenaria que reza (desde 1911) que sólo los vascos pueden jugar en el Athletic: ontología nunca escrita para evitar la tachadura xenófoba. Ninguna filosofía podrá sofocar al poder del dinero. Está bien claro...

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