lunes, 30 de enero de 2017

¿Puede un futbolista asesinar en una cancha de fútbol?


Javi Navarro casi asesina a Juan Arango de un codazo espeluznante.



Javi Navarro, capitán del Sevilla fútbol Club, da un codazo semi-mortal a Juan Arango, del Real Club Deportivo Mallorca, en un partido liguero del año 2005. 

Un golpe realizado a consciencia, y que tuvo como resultado: unas convulsiones terroríficas, un paro respiratorio, y una hemorragia en el hueso malar derecho. Pudo haber sido asesinado en un campo de juego. El jugador del equipo balear acabó en la UCI, donde fue entubado, y gracias al equipo médico, siguió existiendo.

Este es el vídeo de la violenta acción:





A continuación, la secuencia en imágenes:








La mezcla de libido y destructividad dan nacimiento al sadismo. Javi Navarro fue un defensa autoritario. Discípulo de Pablo Alfaro, construyó su personalidad en base a la agresividad desmedida en el cuerpo a cuerpo. 

En la entrada a Juan Arango, Javi despliega su codo para golpearle, escudándose en una fachada defensiva que es poco creíble. No creo que quisiera realizar la acción que hizo, en su gradación tan alta y salvaje, pero cuando se desinhibe la violencia, con toda su libertad intangible, acciones de este tipo pueden suceder. El golpe es tremebundo y las convulsiones de Arango escalofriantes. Navarro, se da cuenta rápidamente de su desmedida actuación y pide ayuda, siendo el primero en socorrer al jugador venezolano.

La violencia humana está ligada y edificada, en base, a su constitución imaginaria; es inherente a una identificación propia. Javi Navarro fue reconocido por sus métodos impulsivos. Su filosofía narcisista trinca, directamente, de un modo de pensamiento en el que se agrede al Otro para protegerse uno, pero en verdad, en muchas ocasiones, sus lances intimidatorios tienden a neutralizar al adversario, y congelarlo, de forma implacable.

La cadena de significantes de Javi Navarro se rompe, y la agresión se convierte en una forma de blindaje que trata de diluir los ataques rivales, con el fin de escudar a su cancerbero. Cuando dicha cadena se rompe, sobresale un motivo, en donde la incapacidad por construir, hace que se busque la posibilidad destruir, buscando a un objeto perdido a costa de cualquier método de aplicación. El instinto de supervivencia tacha la posibilidad disciplinaria y pretende abrigar la agresión como forma indirecta de guarecer toda inventiva exterior.

En un campo de fútbol se lucha para ganar. El grito y la patada mutilan a la palabra, y con ella, se deshoja toda posibilidad de sublimación de la agresividad. Y en este sentido, Javi Navarro representa su realidad a su modo, bajo unas leyes morales que se justifican por su eficacia, aunque los medios sean salvajes, puesto a que el deseo que trata de obtener es el de la victoria, y la raíz de la misma, está en la pulverización del Otro.

La agresión de Javi Navarro es una transformación de su libido que el yo violento digiere, y se expresa, en su relación con los objetos; que son sus oponentes de profesión. Por tanto, el sentimiento libidinoso pasa a ser un acto destructivo en una mente cuyo superyó, juez supremo del yo, funciona con benevolencia en un sujeto violento, a diferencia del resto.

Curioso es que Javi Navarro no viera ni la amarilla por esa acción, y aunque le expulsaron cinco partidos, pudo haber sido atacado por lo penal. Arango tardó dos meses en volver a una cancha, y como dijeron los médicos, su vida se tambaleó entre la vida y la muerte. Un puñetazo o un codazo puede matar, y un campo de fútbol no está exento de ello.

Javi Navarro, cercioró, que sin límites autoimpuestos en su psique, podría fertilizar una acometida contra el Otro de consecuencias funestas. Desde esa acción, su superyó se hizo más visible, con un semblante juicioso más severo. Midió mucho más sus lances contra el Otro.

Las pulsiones más salvajes viven en la oscuridad del inconsciente, y encuentran salida, en la agresividad más desgarradora. Ellas, habitan en el sujeto cuyas normas morales han sido cercenadas, y se ejercitan, mediante el acto, como modo de plasmar la acción más violenta.

La agresividad sublimada puede producir angustia, y esta señorita, es municionada, cuando el acto de repetición siembra en la estructura psíquica interna del sujeto, un acto de repetición que sólo ilumina la agresión contra el Otro, como método factible para el cumplimiento del deseo. La materialización de impulsos agresivos están alimentados por la identificación con un yo ideal destructivo, donde toda cesión es sinónimo de muerte, y toda causología violenta, es un motivo para obtención de poder.

La violencia de Javi Navarro se significa a través de un cuerpo, pero su codazo, es sólo la manifestación de haber realizado lo que hay en su imaginario iracundo, donde parpadean imágenes de aniquilación. El codazo es la palabra que sale, se simboliza con un acto agresivo; y la violencia intrínseca en él, es una realidad palpable para nosotros, que vemos, a través de un vídeo, (que representa la acción), un golpe brutal. Pero, lo real, que es la brutalidad interior que brota de la mente del defensa, no es inalcanzable. 

Si Arango hubiese muerto no sé si habríamos hablado de homicidio, pero mi pregunta es: ¿Puede un futbolista asesinar en una cancha de fútbol? La respuesta es sencilla, pero la explicación de cómo se llegaría a esa hipotética acción, es mucho más compleja.

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